Publicado el 28 de enero de 2022
Imagen extraída de: https://comunaslitoral.com.ar/nota/6127/para-que-partidos-en-tiempos-de-caudillos
Héctor Daniel Quiñonez Oré
Titulado en Derecho y Magíster en Antropología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estudiante del master en Ciencia Política de la Universidad de Salamanca, España. Profesor universitario.
Democracia y crisis partidaria en Perú
I
Los partidos políticos son el colectivo más importante que desde la sociedad civil se ha formado a efectos de participar dentro de la política institucionalizada. En efecto, los partidos políticos constituyen aquel colectivo que tiene por objetivo organizar a la ciudadanía a fin de formular propuestas políticas para detentar el poder y ejecutarlas, siendo el canal a través del cual la ciudadanía se moviliza en la política formal, constituyéndose en el vehículo representativo para llegar al poder.
El carácter institucional y representativo de los partidos políticos nos presenta sus características formales. Es decir, son organizaciones institucionalizadas que representan a cierto sector de la ciudadanía que se identifica con sus ideales. Aquí encontramos un concepto fundamental que alude a la sustancia de los partidos políticos, es decir el componente ideológico como un elemento que cohesiona a los ciudadanos que forman parte de este. En efecto, los miembros de un partido político comparten una visión del mundo y, por consiguiente, las acciones destinadas a lograr que esta visión se plasme en la realidad. Este componente permite que nos encontremos ante miembros que, según sus responsabilidades y nivel de compromiso en el partido (militantes, simpatizantes y votantes), generan un elemento identitario que resulta fundamental para la estabilidad del partido y su mantenimiento durante el transcurso del tiempo.
Los partidos políticos son actores fundamentales para la sociedad y la democracia, puesto que son un elemento importante para garantizar la alternancia en el poder a través de su participación en las elecciones, así como en las acciones de vigilancia y fiscalización a aquellos que se encuentren ejerciéndolo. Los partidos políticos no solo cumplen una función participativa en la política electoral, sino también constituyen actores que coadyuvan a la formación política de los ciudadanos a través de una función educadora. En efecto, a través de los programas ideológicos y políticos, los partidos cumplen un rol en la construcción de la ciudadanía a través de los valores que sus militantes asumen al momento de formar parte de su organización.
La adopción de la democracia como régimen de gobierno permitió el nacimiento y consolidación de los partidos políticos. Tanto en Europa como en Latinoamérica, podemos apreciar partidos políticos con una tradición importante, que se constituyeron teniendo como vocación el ser partidos de masas que canalicen los reclamos de la mayoría y que participen electoralmente para ejercer el poder. Así, en Latinoamérica tenemos como ejemplos al Partido Aprista en Perú fundando por Víctor Raúl Haya de la Torre, el cual se construyó en los años 30 del siglo pasado como un partido de izquierda con vocación de consolidación de una clase obrera emergente, el partido Justicialista en Argentina cuya historia tiene relación con el peronismo, así como el Partido Revolucionario Institucional o más conocido como el PRI en México.
Los partidos políticos, por ende, forman parte de la política institucionalizada, erigiéndose como los órganos que ejercen una función de representación a través de la articulación de intereses de sus miembros, quienes actúan en el marco de la existencia y aprobación de un programa, el cual busca implementar los cambios necesarios que un país requiera para su adecuado desarrollo. Los partidos políticos tienen una función cívica, siendo actores que son catalogados como los guardines de la democracia a través de la selección entre la ciudadanía de los principales cuadros políticos y técnicos que puedan materializar las propuestas establecidas en su ideario y programa. De allí que esta función cívica busque asegurar el mantenimiento de la democracia como régimen de gobierno, apostando por discursos y propuestas que mantengan la confianza en la institucionalidad democrática.
II
Lo mencionado en el apartado anterior describe la situación original y, en cierto sentido, ideal en torno a la definición y función que ejercen los partidos políticos en las sociedades. Si bien los partidos políticos nacieron como consecuencia de la acción colectiva y, por consiguiente, se constituyeron en partidos de masas con un componente ideológico marcado, habría que preguntarse si actualmente nos encontramos frente a esta imagen teórica que marcó su nacimiento. ¿podemos seguir considerando a los partidos políticos como el principal vehículo a través del cual la ciudadanía se moviliza? ¿El componente ideológico sigue siendo fundamental para la construcción y el nacimiento de partidos políticos en sociedades como los estados latinoamericanos? ¿De qué manera las diversas crisis democráticas que han afectado a varios países latinoamericanos han impactado en la construcción y mantenimiento de los partidos políticos?
Actualmente se habla de la existencia de una crisis en las sociedades democráticas en general, la cual tiene diversas aristas y causas. Así, por ejemplo, no se puede negar que actualmente nos encontramos ante una crisis de credibilidad en las instituciones políticas. En efecto, la desigualdad y la gran brecha que existe entre aquel 1% que ostenta la mayor parte de las riquezas a nivel mundial y el resto de la ciudadanía global ha llevado a cuestionar la importancia y las funciones que cumplen las instituciones en las democracias. La actual crisis pandémica que estamos viviendo también ha llevado a cuestionar la credibilidad de los estados y de las instituciones que vienen estando a cargo de la crisis sanitaria. Según la encuesta realizada por Freedom House (2020), la confianza en la institucionalidad ha decaído aún más como consecuencia de la actual pandemia global.
Lo señalado en el párrafo anterior es algo consustancial a la mayoría de los estados democráticos a nivel global. Inclusive en aquellos estados de bienestar europeos en donde la brecha de acceso a servicios en favor de la ciudadanía no resulta elocuente se viene cuestionando la importancia y eficacia de las instituciones democráticas, siendo testigos del nacimiento de líderes y partidos de corte populista que asumen la crítica al estado, a las instituciones y a la democracia, alimentando el sentimiento negativo y la desconfianza en la institucionalidad. El surgimiento con cada vez mayor notoriedad de discursos populistas a través de movimientos, partidos y líderes ha llevado a afirmar que estamos frente a uno de los síntomas de la crisis de la democracia, en donde el debilitamiento y la desconfianza hacia los partidos tradicionales permite la entrada de nuevos movimientos y partidos retadores que asumen discursos con una clara vocación antidemocrática, lo cual puede ser apreciado con el surgimiento de este tipo de movimientos en diversos países de Europa como Vox en España, la Liga del Norte en Italia, Agrupación Nacional en Francia, entre otros.
La particular situación latinoamericana nos debe llevar a cuestionar el modelo y las funciones tradicionales que los partidos políticos están llamados a cumplir en las sociedades democráticas. En efecto, las constantes crisis democráticas que azotaron a la región a través de los golpes de estado en donde el autoritarismo fue implantado como una forma de gobierno, las crisis económicas que trajeron fenómenos como la inflación e hiperinflación, así como las violaciones a derechos humanos cometidos tanto por los detentadores del poder como por colectivos insurgentes dibujan una situación particular sin dejar de lado los aspectos derivados del contexto geopolítico en donde Latinoamérica fue un terreno de disputa en el marco de la guerra fría. Este tipo de situaciones han tenido un impacto no solo ante los partidos políticos, sino también ante la institucionalidad y la democracia como una forma de gobierno.
La transición a la democracia por parte de la mayoría de los estados latinoamericanos si bien permitió garantizar el respeto de las libertades civiles y políticas básicas, no ha logrado consolidar y, en algunos casos garantizar, el acceso a derechos sociales que constituyen herramientas fundamentales para el ejercicio de la ciudadanía. Esto constituye un punto crucial que debe ser tomado en cuenta al momento de evaluar y medir la confianza ciudadana en las instituciones políticas. En varios países de la región contamos con poblaciones que aún no cuentan con el acceso a servicios públicos básicos, no sintiendo la presencia del estado en sus actividades diarias, viviendo en un estado de marginalización constante. Estos factores aunados a la desigualdad que azota a la región, así como a la corrupción que es un fenómeno que ha golpeado históricamente a diversos países latinoamericanos ha dado lugar a que la confianza en la democracia y en las instituciones democráticas se vea mermada, conforme lo señala el reporte de LAPOP (2021) en el conocido Barómetro de las Américas.
Esta desconfianza en las instituciones y en la democracia, se traduce en una desconfianza hacia los partidos políticos quienes son vistos como parte del problema. Si seguimos teniendo en cuenta el reporte de LAPOP en su informe del año 2018, se puede apreciar que en la mayoría de los países latinoamericanos la desconfianza en los partidos políticos resulta sumamente alta, siendo Perú y Chile los países que según dicho estudio registran los niveles más elevados. Esta desconfianza ha llevado a que surjan en la región diversos movimientos y líderes caudillistas que en base a un discurso populista han logrado detentar el poder. Así, uno de los casos paradigmáticos es el actual presidente brasilero Jair Bolsonaro, quien logró la presidencia con un discurso claramente en contra del establishment y de las élites políticas brasileras azotadas por los escándalos de corrupción que golpeaban tanto a la izquierda como a la derecha, así como a la gran desigualdad existente en el país. Otro ejemplo interesante es el caso del actual presidente de El Salvador, Nayib Buleke quien asumió la presidencia no estando afiliado a ninguno de los tradicionales partidos políticos en uno de los países en donde la corrupción y la inseguridad resultan alarmantes. Ambos políticos pueden ser catalogados como caudillos que lograron la presidencia de su país gracias a que pudieron canalizar de manera exitosa el descontento de la ciudadana con las élites políticas tradicionales y su fracaso en el manejo de aspectos básicos que permiten el ejercicio pleno de la ciudadanía.
El surgimiento de líderes caudillistas a través de movimientos personalistas en Latinoamérica es un indicio claro de la desconfianza hacia los partidos políticos, los cuales no se han logrado desvincular de la crisis institucional que afecta en general a la democracia. En efecto, los partidos políticos no han sido ajeno a problemáticas como la corrupción, las relaciones clientelistas, la ausencia de transparencia y, en general, a su desvinculación con los grandes problemas que afectan a la ciudadanía general. Esto no solo afecta a la institucionalidad de los partidos políticos y a su vigencia, sino al mismo sistema democrático. En tanto mayor es la desconfianza en los partidos políticos, mayores son los peligros para el sistema democrático.
III
El profesor Manuel Alcántara se pregunta si los partidos políticos en Latinoamérica son actualmente instituciones o máquinas, me animo a afirmar que, si bien su origen cuenta con una vocación institucional, actualmente la mayoría de los partidos políticos resultan ser máquinas que solo se activan plenamente en contextos electorales y que han dejado de lado sus funciones tradicionales. Los partidos políticos se centran más en la competitividad electoral que en la formación ciudadana a través de la implementación de un programa, no siendo actualmente los guardianes de la democracia, sino por el contrario y en algunos escenarios, afectando claramente a esta.
Lo señalado puede ser fácilmente constatado en nuestro país a través del diagnóstico de la mayoría de los politólogos nacionales: La inexistencia en el Perú de partidos políticos sólidos que puedan coadyuvar al fortalecimiento de la democracia. Esta crisis partidaria se puede ver reflejada en que dos partidos tradicionales de la política peruana como el Partido Aprista Peruano y el Partido Popular Cristiano han perdido su inscripción electoral como consecuencia de no pasar la valla electoral en las últimas elecciones presidenciales. Ambos partidos que años atrás fueron protagonistas de sucintas contiendas electorales ya no operan en el marco de la política formal, debiendo iniciar un nuevo proceso de inscripción electoral para poder participar plenamente.
Esta situación se complementa con el diagnóstico que se suele emitir al momento de estar en una contienda electoral, la cual se caracteriza por la aparición de líderes que han construido partidos políticos a su imagen y semejanza, es decir con un alto nivel de caudillismo y personalismo que le hace daño a la democracia. Ejemplo palpable de lo mencionado en el contexto peruano es el partido “Fuerza Popular” cuyo símbolo es una “K” en clara alusión a su lideresa Keiko Fujimori y cuyo legado constituido por el fujimorismo constituye su principal activo; otro ejemplo interesante es el partido “Alianza para el Progreso” que, si bien tiene un trabajo político en el norte del país razón por la que han podido conseguir diversos gobiernos locales y regionales, se identifica con su fundador y líder César Acuña. El ex presidente del Perú Pedro Pablo Kuczynski ganó la presidencia de la república en el año 2016 con el partido político denominado “Peruanos por el Kambio”, siendo el símbolo utilizado “PPK” en clara alusión a las iniciales del candidato presidencial. Estos ejemplos demuestran un alto nivel de caudillismo y personalismo en la construcción y participación de partidos políticos que atenta contra todo atisbo de institucionalidad.
El nivel de personalismo y caudillismo de los partidos es solo uno de los problemas que afecta esta crisis partidaria en Perú. Si pensamos en el actual presidente de la república, recordaremos que ganó las elecciones con el aparato electoral de un partido al cual no se encontraba afiliado. Es más, se puede señalar que una de las causas de su victoria fue la total desconfianza en los líderes y partidos políticos participantes, en donde su participación fue catalogada como la de un “outsider”. A esto se le debe agregar la gran presencia de partidos regionales que solo tienen un margen de acción en determinadas zonas del país, lo cual constituye uno de los factores que presentan al Perú como uno de los países con más procesos de revocatoria de autoridades locales a nivel latinoamericano. Este aspecto ha dado lugar a que se presenten discusiones en torno al divorcio existente entre la política nacional y las políticas regionales y locales, las cuales se encuentran enmarcadas por el nacimiento y proliferación de movimientos y partidos de corte local que se erigen en base a caudillismo y personalismo. Estos partidos y movimientos regionales actúan en base a lógicas localistas, no teniendo en la mayoría de los casos vocación de alcance nacional que pueda erigirlos como alternativas viables para la renovación de la política.
En el Perú los partidos políticos constituyen máquinas electorales que han dejado de lado aspectos institucionales para funcionar como vehículos personalistas de sus líderes. No se cuenta con partidos políticos fuertes que sean protagonistas de las principales discusiones públicas y que canalicen las demandas ciudadanas. Esto implica una grave afectación a la democracia peruana, puesto que la ausencia de partidos sólidos con programas e idearios políticos claros permite la existencia de una competencia electoral en donde las propuestas sean lo menos importante en los debates, siendo reemplazados por las características y estrategias personales de los candidatos en base a una lógica de “amigo-enemigo”, dando lugar a un contexto de polarización afectiva elocuente. Muestra de la gran polarización que corroe a la política peruana son las acusaciones de fraude electoral esbozados por algunos de los excandidatos presidenciales con respecto a los resultados obtenidos en las elecciones presidenciales nacionales del año 2021; si bien el órgano electoral competente desestimó las impugnaciones que se sustentaban en acusaciones de fraude electoral, la sola discusión de los resultados electorales constituye un gran golpe a la institucionalidad democrática, en donde la controversia política se aleja de las propuestas y las políticas públicas necesarias para el desarrollo nacional, concentrándose en aspectos personales y emocionales que ponen en peligro el sistema democrático.
La ausencia de partidos políticos sólidos en la democracia peruana crea las condiciones para que el ambiente de polarización política permita la existencia no solo de crisis democráticas institucionales (intentos de vacancia presidencial, interpelaciones políticas, cambios de gabinete, etc.) sino la posible aparición de líderes populistas con vocación autoritaria.