Publicado el 07 de agosto de 2020

[ENTREVISTA] Fernando Del Mastro: «Es importante tomar consciencia de la currícula oculta porque es esta la que mayor impacto tiene en la ética del estudiante de Derecho»

Entrevista al profesor Fernando del Mastro Puccio, abogado y magister en Estudios Teóricos en Psicoanálisis por la PUCP y Master en Derecho por la Unversidad de Duke.

Por: Daniel Quiñonez Oré, Licenciado en Derecho y Magister en Antropología por la UNMSM. Director de Derecho Crítico.

En tu reciente artículo “El Ethos socrático y la formación del ser en la enseñanza del Derecho”, señalas la búsqueda de reconocimiento como un enemigo socrático que vendría afectando a la educación legal, ¿De qué manera esta búsqueda de reconocimiento se viene manifestando en las facultades de Derecho y porqué constituiría un enemigo en la formación del estudiante?

El deseo de ser reconocido es muy potente: nos lleva a adoptar formas de ser que son valoradas por otros a fin de sentir que valemos y sin reflexión suficiente. El miedo asociado a este deseo es el de ser rechazado, de no ser parte, de no ser aceptado. En las facultades de derecho, ¿dónde se identifican las formas de ser valoradas? Pienso que por lo general en docentes que son considerados exitosos o renombrados. Muchas veces, estos o estas docentes son figuras tienen actitudes autoritarias, que se sienten y muestran como poseedores de la verdad, como sujetos cuya importancia es tal que se muestran como habitantes de un mundo ubicado más allá del bien y el mal. Estos pueden ser vistos como ejemplos de poder y estatus.

Esto es terrible porque nada daña más el aprendizaje que la falta de humildad y libertad. Estas nos llevan a reconocer socráticamente la propia ignorancia y, en términos de Castoriadis, a desarrollar pasión por la interrogación. De lo que se trata es de reconocer lo que no se sabe y poner ahí el centro de gravedad que guíe nuestros pensamientos y nuestros diálogos. Lejos de eso, el éxito puede recaer en sujetos que conciben el conocimiento como una propiedad que ya alcanzaron; una propiedad que toca proteger, tomando las otras miradas siempre en modo de defensa. El conocimiento entonces no es una búsqueda constante sino un signo del propio valor, de la identidad el estatus y, en esa medida, no puede ser puesto en cuestión. Dicho conocimiento se concibe como esquivo para aquellos que se consideran equivocados y menos inteligentes, que no comprenden aquello que uno ya descubrió.

Lejos de esos modelos enamorados de los espejos, hay que reconocer más bien la pasión por la interrogación como signo de éxito, de vida intelectual fructífera y humilde.

La pasión por la interrogación, por lo demás, no debe darse con el fin único de tener más claridad mental acerca de un objeto de estudio exterior. El examen socrático tiene como objeto a uno mismo: se trata de revelar la verdad de nuestros propios pensamientos y de nuestro propio modo de vivir, con miras a mejorar como ser humano. En ese sentido, el pensar requiere coraje para revelar nuestra propia verdad, fuera del decir enfocado en lo que el otro quiere oír y de la autoimagen idealizada, y examinarla con miras a crecer como ser humano.

Esta actitud es fundamental en la profesión sin queremos formar profesionales éticos. Lo contrario es preparar profesionales especialistas en decir sí, en detectar el deseo del otro y someter a este el propio juicio. Para Sócrates, este seguir la opinión del otro sin examinarla de modo autónomo y centrarse en la propia imagen es una enfermedad.

A nivel de las prácticas pre-profesionales, pienso en una anécdota. Un día mi jefe me pidió contestar una demanda. Cuando la leí, pensé que el demandante tenía razón y nuestro cliente no. Le dije entonces a mi jefe: “doctor, no sé qué hacer, me parece que el demandante tiene razón”. Su respuesta fue “ahí radica la clave de ser un buen abogado, en saber interpretar la norma y los hechos de modo tal que se sostenga la postura del cliente”. Salí de la oficina sintiendo que había quedado mal ante mi jefe, que debí llevar ya una respuesta. Nunca más en dicha experiencia me pregunté por lo correcto: mi concepción del derecho y la abogacía como algo ligado a lo correcto se desvaneció y en adelante mi juicio profesional fue dócil al deseo del cliente.

Aunado a lo antes mencionado, también describes la existencia de un “Derecho Interno” en las facultades de Derecho, que involucra un conjunto de aproximaciones más allá de las “estrictamente legales”, como actitudes, jerarquías, sentidos y autoridad por parte de los docentes, ¿Cuál es la incidencia de este “Derecho Interno” en la formación del abogado?

Creo que es una incidencia muy grande. Es la vivencia de ese derecho interno la que impacta en los modos de pensar y hacer de los y las estudiantes. Por ejemplo, la vivencia de una autoridad que es propietaria de la ley: el docente llega tarde, pierde las notas, humilla, falta a clase o no hace clase o termina mucho antes de la hora la clase, sube nota a quien más lo adula, no motiva sus decisiones, acosa y tiene lenguaje sexista, entre otros. Como muchos y muchas estudiantes podrán atestiguar, estoy hablando de hechos reales y que hacen parte del ethos institucional de muchas facultades de derecho en el país.

Puede que nos repitan en clase que el derecho busca justicia, que hay que defender la igualdad, entre otros discursos, pero eso no toca en lo más mínimo al estudiante si en los hechos se vive arbitrariedad y abuso.

Con ello, se construyen (refuerzan, generan, modifican) concepciones implícitas autoritarias como, por ejemplo: quien tiene poder puede incumplir normas o quien tiene poder puede decidir cualquier cosa o cometer errores sin justificarse y sin consecuencias. Frente a estas situaciones, los y las estudiantes viven una especie de fatalidad: las cosas les pasan y siente que no hay nada que puedan hacer. Frente a docentes autoritarios, se instala (o refuerza) la práctica de no decir, que está ligada a una concepción de uno mismo como un sujeto sin agencia dentro de la regulación. No digo nada, entonces, porque si hablo me bajan la nota o simplemente no digo nada y no sé bien por qué. Nuevamente, una concepción implícita ligada a este razonamiento: en estos contextos, toca salvar el propio pellejo, no tiene sentido hablar. O quizá simplemente se refuerza la sensación de quedar detenido, sin pensar y sin poder hablar frente a una autoridad que se muestra hostil y cerrada.

El profesor puede llegar una hora tarde y decir a los pocos que aún permanecen en el salón: “donde están todos, comiencen a llamarlos porque si no llegan igual pondré la nota y después no se quejen” y quienes están en el salón comienzan a llamar a sus compañeros y compañeras. Es decir, el docente puede enseñar que la argumentación y razón no valen de nada cuando el poder se impone y que toca cumplir con lo que dice quien lo posee aun cuando sea incongruente y abusivo.

La realidad es muy lamentable porque impacta profunda e inadvertidamente en el ethos del estudiante que frente a su jefe en sus prácticas pre-profesionales tampoco sabrá decir “con todo respeto, no voy a incumplir la ley de prácticas, voy a ir a mi clase”. Algo así es casi impensable, se tomaría probablemente como una afrenta a la autoridad.

Lo que toca examinar es, por supuesto, si queremos ser así profesionalmente. En caso no, lo que toca es cambiar de lugar de prácticas. Ningún trabajo vale la derrota de la propia moral.

Hace poco conocí casos de docentes que dicen “cuidado con las recalificaciones porque yo tengo tal y cual trayectoria y una recalificación supondría que ponen en duda mi capacidad”. Es decir: voy a perjudicarlos si cuestionan mi decisión y no me importa que al hacerlo estén ejercicio de un derecho.

Otro caso: la institución prohíbe, dada la coyuntura de educación virtual, tomar controles sorpresa. Un docente dice que tendrá controles sorpresa y el delegado le dice “profesor, los han prohibido”. El docente responde: “pero yo hago así mi clase y tiene sentido por tal y cual razón. Si no quieren eso, tendré que tomar avisados, pero con todas las lecturas acumuladas”. Es decir: o incumplimos la ley porque me parece lo mejor a mí o ustedes aceptan un sistema que los coloca en una situación de mayor dificultad. Por supuesto, se decidió incumplir la norma y el razonamiento acerca de la situación no superó una lógica de moral pre-convencional: lo que está bien es lo que me conviene.

Estos dos casos son ejemplos de docentes que actúan como si fueran la ley, como si las normas fueran algo que pueden circunvalar o dejar sin sentido. Los y las estudiantes naturalizan esto. ¿Cómo actuarán cuando tengan poder? ¿Entenderán los límites de su quehacer profesional? La concepción implícita aquí sería quizá la de la norma como algo que siempre se puede pervertir.

Uno de los puntos que has desarrollado en tus investigaciones, es la existencia de una curricula oculta en los planes de estudio de las facultades de Derecho, ¿Por qué es importante conocer esta currícula oculta y hasta qué punto es importante la interdisciplinariedad en el estudio y la enseñanza del Derecho para su conocimiento y eventual denuncia? ¿Esta currícula oculta es funcional a la reproducción de jerarquías en la sociedad peruana?

Es importante tomar consciencia de la currícula oculta porque es esta la que mayor impacto tiene en la ética del estudiante. Y es responsabilidad de las facultades de derecho, por mandato del artículo 14 de la Constitución, formar en ética. La responsabilidad de las facultades es tan grande como inadvertida: están marcando las maneras en que se ejercerá la profesión en el país y son en gran medida maneras marcadas por un ethos autoritario. Diría entonces que no es solo importante, sino que es una responsabilidad ineludible y quizá la de mayor relevancia en la actualidad.

El profesor Gorki Gonzales ha llamado la atención, en diversas ocasiones, acerca del rol de la enseñanza del derecho en la construcción de la cultura legal y, por ello, de su papel como política pública. Pienso que mis investigaciones suman a esa idea, aunque desde una perspectiva psicológica que se centra en aquello que se forma a través del tipo de vínculos y los modelos de autoridad que viven en las facultades de derecho.

Por supuesto, la interdisciplinariedad es crucial para que estudiantes y docentes puedan tomar consciencia de esta currícula oculta. Si un estudiante busca comprender la dimensión social, anímica o económica del derecho, un camino central es reconocer dichas dimensiones en las propias prácticas institucionales de las facultades de derecho. El valor formativo de hablar acerca de situaciones y realidad en que los estudiantes viven ha sido puesto de manifiesto por un pedagogo de la trascendencia de Paulo Freire y es en parte esencial de la propuesta socrática, así como de aproximaciones constructivistas al desarrollo moral.

Y con Freire paso a responder la tercera interrogante de modo afirmativo. Las dinámicas relacionales docente-estudiante, que son el tejido que subyace al currículo oculto, reproducen no solo jerarquías sino un modo particular de posicionarse respecto de la regulación. Quien tiene poder es propietario de la regulación y quien no la vive como una fatalidad en la que su agencia se reduce a encontrar cómo sobrevivir con algo de consciencia y dignidad o a adoptar la posición de quien antes lo hizo sufrir. Por supuesto, a esto se suman concepciones de sujetos que valen diferente según cómo se ven, de dónde vienen, qué dicen, cuál es su género, entre otras.

Un docente hombre puede decirle a una alumna “qué bonitas piernas”, unos cuantos hombres en el salón se ríen y el asunto queda ahí. Entonces, hay evidentemente un acto violento del docente, que hace sentir mal y asustada a una estudiante, mostrando claramente una actitud machista (puedo decirle lo que quiera a una mujer). Pero hay también una dinámica autoritaria bastante clara: agredo y nadie dice nada, actúo como un sujeto sin límites, que hace lo que quiere desde su posición.

Esto es perfectamente asociable a lo que sostiene Freire respecto a la vivencia de la opresión por parte del oprimido, quien no puede salir de su situación porque experimenta la realidad como una fatalidad, sin debida consciencia de su posición frente a un opresor que se ve como un sujeto invulnerable.

Las facultades de derecho, por supuesto, deberían tener espacios pedagógicos para tratar estos temas y estos podrían ser los cursos interdisciplinarios. En la Facultad de Derecho de la PUCP, por ejemplo, dictamos un curso de Derecho y Psicología en el que reflexionamos acerca de la vivencia del derecho interno en la facultad y eso ayuda mucho a tomar consciencia de una posición que suele adoptarse de modo irreflexivo. El curso de Ética, así como el de filosofía del derecho, también tiene mucha relevancia para hablar del estado y el sentido de la profesión.

Teniendo en cuenta lo señalado, ¿Cuál es el factor que consideras más relevante en la enseñanza del Derecho para la formación profesional del abogado? ¿Existe un método sobre la enseñanza del derecho?

Sin duda, en primer lugar, sería el diálogo socrático. La enseñanza del derecho ha entronizado el famoso “método socrático” que en su aplicación por lo general es abierta y profundamente contrario a lo que enseñó Sócrates. El diálogo socrático exige humildad, coraje, congruencia y pasión por la interrogación. Se requiere asimismo que busque, por esa vía, revelar la verdad de nuestro pensamiento y nuestra forma de vivir, para examinarlas con miras no tanto a saber más sino a guiar la acción y ser mejor.

Esta aproximación difiere mucho de las metas usuales de la enseñanza del derecho, que puede desplegarse sin tocar el ser del estudiante, sin que este sea examinado. Lejos de eso, puede que el éxito en el proceso formativo dependa de abandonarse, de renunciar al propio pensamiento y desarrollar la capacidad de satelitar alrededor de eminencias.